El ácido poliláctico es un bioplástico con propiedades similares al polietileno (PET) pero sin todas sus cargas negativas para el planeta. Se produce a partir del almidón de maíz, la yuca o la caña de azúcar y se degrada rápidamente con agua y dióxido de carbono.

Parece ciencia ficción, pero ya comienza a ser una realidad: Se ha descubierto un proceso para generar bioplástico a partir de bacterias que se alimentan de electricidad. Esto abre un mundo de posibilidades para la producción de alternativas al plástico sostenible, sin huella de carbono y de bajo costo.

El micelio es la parte vegetativa de los hongos que se encuentra en la tierra. Es denso, maleable y crece rápidamente, por lo que es un material que podría llegar a sustituir el plástico de protección que se usa en el transporte de productos delicados. Cuando su vida útil termina, se descompone naturalmente en un mes.

El bagasse son los restos que quedan una vez se extrae el jugo de la caña de azúcar. Esa pulpa pegajosa se puede utilizar para generar un material parecido al papel. La producción de papel ya procede de una fuente renovable, pero el proceso de regeneración de bosques papeleros es lento y el talado de árboles supone un desgaste mayor para el ecosistema de la zona. Sin embargo, la caña de azúcar es más rápida de replantar y más rápida de recolectar, y de ella se pueden obtener varios productos para el consumo humano.

Estos son solo algunos de los materiales sobre los que se está investigando y trabajando para conseguir un packaging eficiente y ecológico. Tras años de uso de plásticos y los graves problemas que arrastramos debido a ello, es evidente la necesidad de encontrar alternativas renovables y sostenibles en el tiempo. Confiamos en que, finalmente, podremos llegar al punto de no necesitar usar nunca más ese material que está colapsando océanos y ecosistemas enteros.